Se ha dicho (Roman
Gubern entre otros) respecto de nuestra tradición pictórica icónica que, o bien aspira a provocar la ilusión de que
estamos frente al objeto representado y no ante su copia, y así la pintura ejerce
sobre nuestros sentidos e inteligencia un pequeño engaño que nos agrada; o bien, que las
representaciones icónicas aspiran a establecer imágenes crípticas, llena de
rodeos, encrucijadas simbólicas y alegorías donde es difícil orientarnos. En la primera pretensión se hace manifiesta
una voluntad mimética; el perspectivismo, el trampantojo y el hiperrealismo
deben mucho a ésta; en la segunda, se devela una voluntad de ocultamiento, laberíntica,
que no dice lo que muestra, y en la cual objetos familiares se convierten en
constelaciones simbólicas.
En nuestra tradición icónica,
cuya función es invocar posibles escenarios, pocas veces ha operado con
exclusividad una u otra tendencia. Pese
a algunas excepciones, como en algunas vanguardias, o en Cézanne, que no
pretendían ni la mímesis al modelo, ni simbolismo alguno, sino solamente
exhibir la esencia de la realidad visual como un entramado geométrico, en mayor
o en menor medida, toda representación icónica participa de esta ambigüedad
esencial: del juego entre la mímesis y el ocultamiento de un significado. El
género del bodegón ha constituido una buena percha para este juego; quizá por
la mayor libertad compositiva que ofreció frente a otros géneros como el
retrato y el paisaje. Sus recursos figurativos han sido muchos a lo largo de su
historia: verosimilitud por agregación de detalle, idealización, expresionismo
y caricaturización, arcaísmo, simbolismo, preciosismo, feísmo, entre otros.
La muestra pictórica de
bodegones de Víctor Sánchez Villarreal,
no exenta del paciente oficio que
muestra el buen pintor, se ubica en este
juego, pero de una manera muy particular:
es mimética, pero no elabora acuciosamente el detalle; tampoco pretende
establecer un símbolo en cada objeto representado, es decir, no encripta, sino
que muestra una significación oculta
en minúsculos acontecimientos, “el otro lado de las cosas”. En este juego, la pintura
de Víctor nos coloca en un estado de extrañeza ante objetos que un día nos
fueron familiares: son triviales, de factura industrial, pero remiten simbólicamente
a una estación de la vida, signada también por veladuras en tonos mortecinos
que enrarecen la atmósfera del cuadro (aquí el pintor nos recuerda la gran tradición de bodegones iniciada
en el siglo XVI que alude a la fugacidad de la vida mediante modelos efímeros).
Este aspecto espectral de
las cosas, por así llamarlo, no nace en
la pintura de Víctor de una situación excepcional, fantástica o sorprendente; por el contrario, está contenido
en objetos que alguna vez fueron cotidianos: Astroboy, muñecos automovilistas, alcancía de Donald, teléfono de juguete, lámpara de mano, embudo
de hojalata, trampantojo de mueble, balanza, taza, radio, perfumeros, y demás
chirimbolos. Todos ellos son tratados como presencias
inciertas; sin pedestal, a ras de piso muchas veces, o sin fondo definido (que
por extrañas razones nos parece bien conocido). Estas presencias se intuyen como un fragmento de una escena mayor;
hecho por el cual se vislumbra en ellas un abandono, una persistente
soledad.
En estas escenas que
curiosamente experimentamos en nosotros como recuerdos, opera una alteración de
la memoria: se rompen los lazos de causalidad, el sentido del tiempo y del espacio
que habitualmente establecemos para aproximarnos a las cosas. Así Víctor nos
descubre el lado fantasmal, melancólico, de
nuestros recuerdos. El
desconcierto adviene cuando descubrimos
frente a las cosas conocidas desde hace tiempo que habita en ellas un lado
espectral.
Sitúa Víctor a sus modelos en espacios y tiempos indefinidos, pero sabemos
que se trata de entornos domésticos. Sus modelos además, no operan como
símbolos de las personas quienes los portaban, como era de esperarse; constituyen
personajes ensimismados, que terminan
por subvertir el sentido de lo familiar, del hogar, de lo íntimo, de lo
confortable, de la tranquilidad. Esos objetos que un día fueron útiles,
divertidos, y murmuraban sosiego y dulzura, ahora se convierten en musas
inquietantes, anunciadoras de un exilio. En esta disposición, los modelos del
artista comienzan a personificar justamente en su lado opuesto, en lo oculto, en
lo espectral, en lo angustioso; al espectador entonces se le emplaza en un campo
donde las cosas se presentan como obsesivas.
Sobre estos modelos dudamos si se trata de seres
vivos. Por su silencio y soledad, limitados a un escenario de aspecto rígido y
severo, pero unido a una animación, a una apariencia orgánica, a una precaria
movilidad, que los podría dotar de una vida antigua y secreta, el pintor nos
conduce con estos objetos inquietantes a una suerte de angustia infantil,
presente en todas las edades del hombre.
Con “Enormes minucias”
Víctor Sánchez Villarreal lleva a posar nuestra mirada en la sensación primera
de la realidad. En una sensación verdadera libre de convenciones, sin pasar por
la mediación histórica de los modelos tradicionales en el bodegón. “Enormes
minucias” es una operación problemática de
verosimilitud. Por tratarse de
acontecimientos minúsculos, de realidades mínimas, éstos no alcanzan a
deteriorar la credibilidad de lo representado. Los escenarios constituyen una
desviación ligera de la realidad, en la cual en los objetos, pese a ser acostumbrados,
ya no reconocemos la familiaridad de un entorno doméstico.
Hay en la obra de
Víctor una vuelta a los clásicos. A la pintura de género, a técnicas pictóricas
clásicas, a atmósferas de luz logradas con veladuras, al cubo escénico, al
óleo. “El viejo arte es a menudo el más
nuevo” decía de Chirico. Con recursos clásicos, Víctor resucita tiempos
psíquicos muy antiguos, formas y situaciones que pertenecen al pasado. En el
tratamiento clásico de la pintura de Víctor lo que estamos acostumbrados a ver
desde pequeños lo vemos con una nueva luz, revestido de una extraña soledad. Un
pasado que se creía muerto, un recuerdo
recóndito, que se sabía parte de un escenario cotidiano olvidado, adopta la apariencia de vida, reaparece como un
cuerpo, como una aparición angustiosa.
Víctor Sánchez Villarreal
introduce en su pintura la ilusión perspectiva. Y por este recurso las presencias inciertas vuelven a su
primigenia disponibilidad, se vuelven sólidos, cuerpos. Pero el punto
perspectivo suele situar al espectador en un punto de altura mayor que los objetos; y aunque
trabajados éstos con incesantes veladuras, no hay mucha sombra proyectada por
ellos. Este alejamiento perspectivo los somete a sutiles y extrañas
distorsiones. Así, la perspectiva utilizada no tiene el aspecto tranquilizador
de una perspectiva tradicional. Sin ser surrealista, la pintura de Víctor nos sitúa en un lugar análogo a los estados
oníricos angustiosos; en una problemática verosimilitud, donde los modelos salen a nuestro encuentro como desorientados,
extraños, aislados, ensimismados. Dejan de ser objetos de reconocimiento para
convertirse en modelos de estupor. Su asociación habitual, su presencia
familiar en nuestra memoria ha quedado rota.
En “Enormes minucias” la
escena de género doméstico es sólo una máscara para la melancolía que se vive
en estos tiempos de optimismo tecnológico. Con su tratamiento clásico, Víctor
parece recordarnos que también el pasado, y no exclusivamente el futuro, es
portador de esperanza.
Eduardo
Rodríguez Esquivel
(Verano
del 2015)
http://emeespaciodearte.com/
Presencias cotidianas
Cosa (20), Eso (21) y Algo (22)
Accidentalidad pura
Vibración silente (arriba) y Incierta presencia (abajo)
Parking Lot, Stop y Gas Station (izquierda); Automovilistas entusiastas (derecha)
De arriba hacia abajo: Atónito estar ahí, Encuentro inesperado y Ahí, así, ahora
Gerundio indiferente (arriba) y Tiempo, lugar y
circunstancia (abajo)
Triple engaño (izquierda), Safari doméstico (derecha, arriba) y Aproximación al paisaje 1y
2 (derecha, abajo)
Safari doméstico (arriba) y Aproximación al paisaje 1y 2 (abajo)
Safari doméstico (detalle)
Safari doméstico (arriba; detalle) y Aproximación al paisaje 1y 2 (abajo)
Triple engaño
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