lunes, 21 de septiembre de 2015

ENORMES MINUCIAS en eMe Espacio de Arte




Se ha dicho (Roman Gubern entre otros) respecto de nuestra tradición pictórica icónica que,  o bien aspira a provocar la ilusión de que estamos frente al objeto representado y no ante su copia, y así la pintura ejerce sobre nuestros sentidos e inteligencia  un pequeño engaño que nos agrada; o bien, que las representaciones icónicas aspiran a establecer imágenes crípticas, llena de rodeos, encrucijadas simbólicas y alegorías donde es difícil orientarnos.  En la primera pretensión se hace manifiesta una voluntad mimética; el perspectivismo, el trampantojo y el hiperrealismo deben mucho a ésta; en la segunda, se devela una voluntad de ocultamiento, laberíntica, que no dice lo que muestra, y en la cual objetos familiares se convierten en constelaciones  simbólicas.   


En nuestra tradición icónica, cuya función es invocar posibles escenarios, pocas veces ha operado con exclusividad  una u otra tendencia. Pese a algunas excepciones, como en algunas vanguardias, o en Cézanne, que no pretendían ni la mímesis al modelo, ni simbolismo alguno, sino solamente exhibir la esencia de la realidad visual como un entramado geométrico, en mayor o en menor medida, toda representación icónica participa de esta ambigüedad esencial: del juego entre la mímesis y el ocultamiento de un significado. El género del bodegón ha constituido una buena percha para este juego; quizá por la mayor libertad compositiva que ofreció frente a otros géneros como el retrato y el paisaje. Sus recursos figurativos han sido muchos a lo largo de su historia: verosimilitud por agregación de detalle, idealización, expresionismo y caricaturización, arcaísmo, simbolismo, preciosismo, feísmo, entre otros. 


La muestra pictórica de bodegones de  Víctor Sánchez Villarreal, no exenta del  paciente oficio que muestra el buen  pintor, se ubica en este juego, pero  de una manera muy particular: es mimética, pero no elabora acuciosamente el detalle; tampoco pretende establecer un símbolo en cada objeto representado, es decir, no encripta, sino que muestra una significación oculta en minúsculos acontecimientos, “el otro lado de las cosas”. En este juego, la pintura de Víctor nos coloca en un estado de extrañeza ante objetos que un día nos fueron familiares: son triviales, de factura industrial, pero remiten simbólicamente a una estación de la vida, signada también por veladuras en tonos mortecinos que enrarecen la atmósfera del cuadro (aquí el pintor  nos recuerda la gran tradición de bodegones iniciada en el siglo XVI que alude a la fugacidad de la vida mediante modelos efímeros).


Este aspecto espectral de las cosas, por así llamarlo,  no nace en la pintura de Víctor de una situación excepcional,  fantástica o  sorprendente; por el contrario, está contenido en objetos que alguna vez fueron cotidianos: Astroboy, muñecos automovilistas, alcancía de Donald,  teléfono de juguete, lámpara de mano, embudo de hojalata, trampantojo de mueble, balanza, taza, radio, perfumeros, y demás chirimbolos. Todos ellos son tratados como presencias inciertas; sin pedestal, a ras de piso muchas veces, o sin fondo definido (que por extrañas razones nos parece bien conocido). Estas presencias se intuyen como un fragmento de una escena  mayor;  hecho por el cual se vislumbra en ellas un abandono, una persistente soledad. 


En estas escenas que curiosamente experimentamos en nosotros como recuerdos, opera una alteración de la memoria: se rompen los lazos de causalidad, el sentido del tiempo y del espacio que habitualmente establecemos para aproximarnos a las cosas. Así Víctor nos descubre el lado fantasmal, melancólico, de  nuestros recuerdos.  El desconcierto adviene  cuando descubrimos frente a las cosas conocidas desde hace tiempo que habita en ellas un lado espectral. 


 Sitúa Víctor a sus modelos  en  espacios y tiempos indefinidos, pero sabemos que se trata de entornos domésticos. Sus modelos además, no operan como símbolos de las personas quienes los portaban, como era de esperarse; constituyen personajes  ensimismados, que terminan por subvertir el sentido de lo familiar, del hogar, de lo íntimo, de lo confortable, de la tranquilidad. Esos objetos que un día fueron útiles, divertidos, y murmuraban sosiego y dulzura, ahora se convierten en musas inquietantes, anunciadoras de un exilio. En esta disposición, los modelos del artista comienzan a personificar justamente en su lado opuesto, en lo oculto, en lo espectral, en lo angustioso; al espectador entonces se le emplaza en un campo donde las cosas se presentan como obsesivas. 


Sobre  estos modelos dudamos si se trata de seres vivos. Por su silencio y soledad, limitados a un escenario de aspecto rígido y severo, pero unido a una animación, a una apariencia orgánica, a una precaria movilidad, que los podría dotar de una vida antigua y secreta, el pintor nos conduce con estos objetos inquietantes a una suerte de angustia infantil, presente en todas las edades del hombre.  


Con “Enormes minucias” Víctor Sánchez Villarreal lleva a posar nuestra mirada en la sensación primera de la realidad. En una sensación verdadera libre de convenciones, sin pasar por la mediación histórica de los modelos tradicionales en el bodegón. “Enormes minucias” es  una operación problemática de verosimilitud. Por tratarse  de acontecimientos minúsculos, de realidades mínimas, éstos no alcanzan a deteriorar la credibilidad de lo representado. Los escenarios constituyen una desviación ligera de la realidad, en la cual en los objetos, pese a ser acostumbrados, ya no reconocemos la familiaridad de un entorno doméstico. 


Hay en la obra de Víctor una vuelta a los clásicos. A la pintura de género, a técnicas pictóricas clásicas, a atmósferas de luz logradas con veladuras, al cubo escénico, al óleo.  “El viejo arte es a menudo el más nuevo” decía de Chirico. Con recursos clásicos, Víctor resucita tiempos psíquicos muy antiguos, formas y situaciones que pertenecen al pasado. En el tratamiento clásico de la pintura de Víctor lo que estamos acostumbrados a ver desde pequeños lo vemos con una nueva luz, revestido de una extraña soledad. Un pasado que se creía  muerto, un recuerdo recóndito, que se sabía parte de un escenario cotidiano olvidado, adopta  la apariencia de vida, reaparece como un cuerpo, como una aparición angustiosa. 


Víctor Sánchez Villarreal introduce en su pintura la ilusión perspectiva. Y por este recurso las presencias inciertas vuelven a su primigenia disponibilidad, se vuelven sólidos, cuerpos. Pero el punto perspectivo suele situar al espectador en un punto  de altura mayor que los objetos; y aunque trabajados éstos con incesantes veladuras, no hay mucha sombra proyectada por ellos. Este alejamiento perspectivo los somete a sutiles y extrañas distorsiones. Así, la perspectiva utilizada no tiene el aspecto tranquilizador de una perspectiva tradicional. Sin ser surrealista, la pintura de Víctor  nos sitúa en un lugar análogo a los estados oníricos angustiosos; en una problemática verosimilitud, donde los modelos  salen a nuestro encuentro como desorientados, extraños, aislados, ensimismados. Dejan de ser objetos de reconocimiento para convertirse en modelos de estupor. Su asociación habitual, su presencia familiar en nuestra memoria ha quedado rota. 


En “Enormes minucias” la escena de género doméstico es sólo una máscara para la melancolía que se vive en estos tiempos de optimismo tecnológico. Con su tratamiento clásico, Víctor parece recordarnos que también el pasado, y no exclusivamente el futuro, es portador de esperanza.





                                                                                              Eduardo Rodríguez Esquivel

                                                                                              (Verano del 2015)





  http://emeespaciodearte.com/





Presencias cotidianas














Cosa (20), Eso (21) y Algo (22)







Accidentalidad pura






Vibración silente (arriba) y Incierta presencia (abajo)













Parking Lot, Stop y Gas Station (izquierda); Automovilistas entusiastas (derecha)








De arriba hacia abajo: Atónito estar ahí, Encuentro inesperado y Ahí, así, ahora









Gerundio indiferente (arriba) y Tiempo, lugar y circunstancia (abajo)







Triple engaño (izquierda), Safari doméstico (derecha, arriba) y Aproximación al paisaje 1y 2 (derecha, abajo)






Safari doméstico (arriba) y Aproximación al paisaje 1y 2 (abajo)



Safari doméstico (detalle)



Safari doméstico (arriba; detalle) y Aproximación al paisaje 1y 2 (abajo)



Triple engaño





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