Mientras el proyecto de “Inventario” funciona como acumulación o
catalogación de objetos y puede entenderse como un regreso de la pintura a la
operación básica de “nombrar” las cosas (en el entendido de que la pintura
permite un entendimiento de las cosas por su forma y que este entendimiento es
radicalmente diferente a lo que el intelecto hace a través de la palabra); el
proyecto “Ding an Sich” (“cosa en sí”) busca más bien señalar la imposibilidad
de obtener un conocimiento objetivo y verdadero de las cosas, al catalogar no
objetos sino tentativas de acercamiento o interpretaciones a su elusiva
realidad. Es el recuento de una imposibilidad: la insuficiencia de las palabras
y de nuestra mente para abarcar la realidad, su fracaso para decir y entender
lo que en el mundo es y está. El recurso de variar los tratamientos, posiciones
y condiciones lumínicas de los objetos en cada uno de los conjuntos que conformarán este proyecto
busca señalar esta imposibilidad.
En el contexto actual, donde la sobreinjerencia de los discursos en la
producción de los artistas es notoria, se subestima a la pintura como un medio
de representación sin considerar las sutilezas que los tratamientos aportan: se
privilegia el qué y se ignora el cómo. El incuestionado paradigma de la
inteligibilidad y legibilidad de la imagen, vigente en la historia y crítica
del arte, hace de nuestra visualidad un accesorio dependiente del pensamiento
racional. La diferencia fundamental entre la palabra y la imagen es que
mientras la primera es una abstracción y un signo arbitrario para nombrar a las
cosas, la segunda es inevitablemente concreta y siempre va aparejada por una
sensación (dada por la mirada de quien pinta si hablamos de pintura). Es precisamente
en los tratamientos donde la imagen pictórica se diferencia de la de otras
disciplinas (cine, fotografía, diseño) y donde se encuentra su mayor riqueza:
los “significados” de los cuadros están depositados microestructuralmente entre
las pinceladas. Este proyecto busca señalar esas sutilezas de las que se vale
la pintura para “comunicar” no una idea sino sensaciones que devienen ideas
(que no conceptos).
No se trata de hacer un compendio de estilos, a menos que por estilo se entienda
el resultado y consecuencia de una búsqueda y no una condición a priori dada por la mano del pintor y que
es la seña particular del mismo. No todos vemos igual: el mismo objeto en la
mirada de varios pintores señala realidades
diferentes. Una manzana, por ejemplo, es descrita en su apariencia por un
pintor holandés como Willem Kalf, se disuelve en manchas de luz en Claude
Monet, es forma que ocupa un espacio en Basquenais mientras que para Cézanne
representa un problema sintáctico que se resuelve mediante parches o
yuxtaposición de colores. Crivelli la utilizaría para señalar la artificialidad
de la perspectiva como método de representación espacial mientras que Chardin
se limitaría a mostrarla; es
simbólica en innumerables cuadros con temática religiosa, pero es narrativa en
todos los cuadros sobre El juicio de Paris. Un compendio y catalogación de
todas las aproximaciones hacia las cosas pondría de manifiesto que la manera de
entender la realidad no es una sino múltiple y cambiante. La intención de
variar los tratamientos y soluciones sería la de aproximarse a la realidad
desde perspectivas diferentes haciendo el
ejercicio de MIRAR de manera diferente. Tampoco es mi intención hacer un
compendio de técnicas, razón por la cual todos los cuadros se realizarán en
óleo sobre MDF usando la misma preparación/imprimatura. Así, si algo se
cataloga en este proyecto son miradas
y no objetos ni estilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario